Invertir la temporalidad de los eventos, sacarlos de contexto, disociarlos, transformar sus intenciones, transitar en sus confines, prolongar su eficiencia, eliminar la jerarquía entre causa y efecto, incrementar la consciencia, reducir la resistencia, prolongar el placer, aumentar el esfuerzo a infinito, congelar la sensación, flexibilizar la percepción, experimentar el proceso de atribución de significado, habitar los satélites, traer el fondo, palpar la deformidad, darle tiempo al espacio, vivir el gerundio, gatear analógicamente, imaginar la realidad, transformar la curiosidad, exagerar la manera, apaciguar el deseo, asombrarse más, segregar más, decodificarse más, intensificar más más más má mmmmmmmmmmmmmmm, ¡guiña un ojo! ¡guiña el otro! ya estaba sonriendo cuando empezó a sonreír por segunda vez. ¡Espera! Quédate ahí un momento, no te muevas…
[…] Otra vez, llevamos a cabo todas las acciones que demuestran que estamos en un contexto teatral convencional. Entrada en la mano, puerta, oscuridad en la sala, asiento y parálisis. Toda esta ceremonia nos prepara para la tarea que nos corresponde hacer dentro del aparato: nos toca desentrañar el sentido de lo que aparece en escena, tenemos que ser capaces de descubrir el relato que hila una escena con la siguiente o, como se dice vulgarmente, tenemos que entender la obra. Pero aquí, no encontramos hilo del que tirar, ni ninguna grieta narrativa por la que colarse, ni palabras que nos den pistas de lo que sucede, ni causas evidentes para los efectos que ejecutan los actores. No sabemos por qué hacen lo que hacen. Pero el caso es que lo hacen. Aquí, como en tantos otros lugares, la perseverancia trae recompensa: si uno no se rinde y sigue mirando, se da cuenta de que lo que está pasando en escena es un sacrificio. Los actores se ofrecen a nuestros ojos como delicadísimos objetos capaces de encarnar todos los matices y recovecos de nuestras miradas. Podemos hacer lo que queramos con ellos. Ni el autor ni la obra imponen una narración que marquen una dirección a nuestra capacidad de entender. Están ahí para nosotros. Son dispositivos preparados para desatar y sostener nuestras paranoias, nuestros deseos, nuestras fantasías… […] Entonces, aparece la posibilidad del sol, del calor del sol sobre la piel, del cuerpo blando abandonado a su peso, de los dientes, de los ojos llenos de dientes sonrientes, del tacto, de la pereza, del calentón, de las risas con los colegas, de las risas encendidas de excitación, del descontrol, de la chupipandi… No hay nada que entender. O dicho de otra manera, lo que nosotros proyectemos sobre los dispositivos vivientes de la escena es sólo nuestra responsabilidad. […]
Amarillo por Jaime conde Salazar, publicado en continuumlivearts.com
♦ Ver también: Taula_Talk. Cuatro títulos para Blue con Carmelo Salazar y Juan Domínguez, el 24 marzo a las 17h en La Porta.