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Voyeurismo, simulaciones, desmantelamientos y seudoficción. Una intervención que se camufla y se disfraza en la esfera pública, distorsionándola. Los acuerdos se confunden con las casualidades y las ficciones con las realidades. La única respuesta posible será una sucesión de preguntas.

La cesión del Espacio Cómodo de La Porta hizo posible unas circunstancias que me empujaron a comenzar a trabajar en términos prácticos, sobre una investigación que estaba llevando a cabo desde hacía ocho meses en continuo diálogo con el dramaturgo Jorge Gallardo. Hasta entonces, se trataba en su mayor parte de una indagación teórica basada, tanto dentro como fuera del marco de lo escénico, en algunas dialécticas: realidad y ficción, camuflaje y disfraz, espectáculo y espectador, presentación y representación. Solo algunas sesiones prácticas fueron posibles gracias a un grupo variable de actores y estudiantes de dirección de escena, que se interesaron de diferentes maneras por el proyecto.
La posibilidad de contar con un buen espacio de trabajo, me permitió poner a prueba las bases teóricas a las que nos habíamos acercado, y acoger a un grupo más estable de colaboradores formado por actores, bailarines, escritores, video-creadores y asesores, que se fueron acercando al proyecto por pura curiosidad. Por supuesto, también ayudó el hecho de tener un presupuesto disponible que pudiera cubrir algunos gastos de material, trasportes y ofrecer un pequeño agradecimiento a los colaboradores, que al ser tantos, no pudo quedarse más que en un detalle en forma de una minúscula transferencia bancaria.
En ningún momento se decidió crear una pieza o ir en busca de un resultado escénico, hasta que la fecha de la presentación del proceso en Escena Poblenou, festival con el que La Porta colabora, se fue acercando. Esta presentación fue totalmente voluntaria, pero hasta unos diez días antes, no descubrí que el trabajo se había desviado y estaba basándose en unos principio muchos más ambiciosos, en cuanto a lo que a lo expositivo se refiere, que contradecían las premisas que dictaban la esencia de la propuesta. Y así fue, pues el resultado de esta exhibición no fue satisfactorio.

Y es que Simulacro de simulacros no era más que la creación de un marco de trabajo, de unos cimientos, una base en la que apoyarme para reconducir mi actividad creativa. Un tanteo gracias al cual, la intuición, la experiencia del diálogo y la colaboración, las equivocaciones y los accidentes, me han hecho elegir un camino mucho más determinado y delimitado, por el cual comenzar la próxima travesía.
Después de la presentación en el festival, del coaching y el workshop con João Fiadeiro, y del fructífero acercamiento a su método de Composición en Tiempo Real que me facilitó La Porta, empleé las dos semanas que me quedaban en el espacio de residencia, para encontrar una forma de acotar las fronteras de la investigación que había estado desarrollando, cuyo principal problema fue la falta de límites y de experiencia. He querido volver al núcleo impulsor de Simulacro de simulacros, y relacionarme con él de una forma mucho más sencilla, realista, asequible y esencial, para lo cual he necesitado trabajar, por ahora, en solitario. En estos momentos, sin la facilidad de un espacio que me permita hacer un trabajo continuado, aprovecho para encontrar otras formas de relacionarme con este proceso creativo. Los escritos, el dibujo y la construcción de pequeñas maquetas efímeras, me permiten diseñar bocetos con el fin de adaptarlos más tarde a espacios mayores.

En definitiva, el Espacio Cómodo que me otorgó La Porta en colaboración con La Poderosa y el Mercat de les Flors, fue todo un motor que avivó la bullición de una búsqueda que será continuada durante mucho tiempo; pues apoyó un proyecto que fue germen de una indagación persistente e inevitable en torno al pensamiento y a la práctica del arte.

Patricia Caballero